Tricampeón mundial y pionero de la inteligencia artificial
Cuando se habla de los mejores ajedrecistas de la historia, pocos en Occidente mencionan al ruso Mikhail Botvinnik. Sin embargo, el tricampeón mundial y patriarca del ajedrez soviético fue una de las mentes más brillantes del mundo, dentro y fuera del tablero.
Si se hubiera dedicado exclusivamente al juego ciencia, algo que no era posible en ese tiempo en su patria, no hay duda de que su fuerza hubiera sido mayor, pero él fue ingeniero electrónico de profesión, y de los mejores, con doctorado en Ciencias Técnicas.
Su prolífica inventiva lo llevó a encabezar un programa pionero de la inteligencia artificial: un ordenador que juegue al ajedrez. En su libro “Rumbo al objetivo”, una autobiografía poco conocida fuera de Rusia, cuenta pláticas sobre el tema con dos ganadores del Nóbel.
Fuera de esa obra, los demás libros que escribió, fueron traducidos a los principales idiomas y alcanzaron gran éxito en todo el mundo. Tocan aperturas, medio juego y finales, así como partidas suyas comentadas, todas estas con un estilo ameno y profundamente instructivo.
Botvinnik, que nació el 17 de agosto de 1911, mantuvo sobre sus sienes la corona universal, con dos pequeños intervalos, durante 16 años. Pudieron ser más, pero la Gran Guerra Patria (II Guerra Mundial) impidió que disputara varios años antes el título mundial.
Una vez afirmó que para conquistar el campeonato mundial se necesitan tres condiciones: carácter firme, intenso trabajo creativo y ser capaz de una profunda autocrítica. Pero en su autobiografía también considera indispensable una salud de hierro.
En cuanto a la autocrítica, él iba verdaderamente a fondo y sorprendía su análisis del juego del adversario. Una muestra de ello es su opinión sobre el estilo de Mikhail Tal en la nota que hace un año publicamos: “Cómo vencer a un mago de la combinación”.
“Rumbo al objetivo” incluye un pasaje en el que “Misha”, tras ser destronado por Vasily Smyslov en 1957, desmenuza las causas con un análisis que es un alarde no sólo de técnica, sino de psicología en el ajedrez. Eso le permitió reconquistar el título en la revancha.
“Sufrí un fracaso porque no comprendí en seguida la táctica de mi rival, quien trataba siempre de conseguir un juego tranquilo. El contrincante, entonces, comienza a pensar en tablas, lo que es fácil de conseguir: basta con canjear piezas.
“Y el propio Smyslov propone los cambios, pero de tal manera que cada uno de ellos le reporta cierta superioridad. Llega entonces el final con una ventaja posicional ya sensible y es aquí cuando se revela el virtuosismo de Smyslov”.
Soy un admirador del Gran Maestro.
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