El arma secreta de Botvinnik contra Tal: el juego posicional
A la edad de 12 años aprendió a mover las piezas de ajedrez y dos calendarios más tarde, en 1925, el campeón mundial de la época, el cubano José Raúl Capablanca y Graupera, tuvo que inclinar su rey frente a él durante unas simultáneas que ofreció el antillano en Moscú. Nadie más ha logrado una proeza similar.
La vida del ruso Mikhail Botvinnik, quien de 1948 a 1963 conquistó tres veces el campeonato universal, parece de leyenda. La más grave crítica que sus detractores pudieron hacerle es que el patriarca del ajedrez soviético era un convencido comunista, pero nadie puso en duda su genialidad.
Nacido el 17 de agosto de 1911 en el seno de una familia judía en la localidad de Répino, cerca de San Petersburgo, Botvinnik se graduó de ingeniero industrial, profesión a la que dedicó gran parte de su tiempo, lo que no impidió que alcanzara las mayores alturas en el juego ciencia.
Desde el principio, el ruso se vio obligado a improvisar y eso quizá potenció el juego posicional del que hizo gala, que bordeó los límites de la perfección. Un amigo de la escuela de su hermano mayor fue quien le enseñó los rudimentos de la milenaria disciplina, con tablero y piezas caseras, improvisadas con el material que había a la mano.
De inmediato se sintió fuertemente atraído por el ajedrez y poco más tarde, pese a su muy escasa experiencia, terminó a media tabla en un torneo interno de ese plantel. Ese resultado lo motivó y le pidió a un amigo más experimentado que le diera clases sobre la técnica del juego. Al año siguiente se coronó en el campeonato del colegio.
Su victoria contra Capablanca, quien le vaticinó un futuro brillante, hizo que los expertos pusieran sus ojos en él y de ahí en adelante su ascenso fue meteórico. Poco después llegó a la final del campeonato de Leningrado y a los 16 años participó en el V Campeonato de Moscú, donde conquistó un muy meritorio quinto puesto.
Entonces se dedicó a sus estudios de ingeniería y se hicieron esporádicas sus apariciones en las competencias, pero aun así siguió progresando con rapidez. A los 19 años se coronó en un torneo para maestros y ganó el campeonato de Leningrado. Al año siguiente, en 1931, conquistó el Campeonato de la URSS, el primero de seis que ganó en su carrera.
A los 24 años ya estaba en la cima del ajedrez mundial y venció en los más fuertes eventos de la época, como en Moscú 1935 (por delante de Lasker y Capablanca) y Nothingham 1936.
Por fin se ciñó la corona universal en 1948, tras la muerte de Alexander Alekhine, el único monarca que ha muerto en posesión del título. Botvinnik retuvo el título en 1951 y 1954 contra David Bronstein y Vasily Smyslov, respectivamente. En 1957 perdió el cetro ante Smyslov, pero lo recuperó en la revancha al año siguiente.
Lo mismo sucedió frente a otro genio, Mikhail Tal, el “Mago de Riga”, cuyos pasmosos sacrificios combinativos lo habían disparado a la fama por aquella época. Tal superó a Botvinnik en 1960, pero en el desquite, al año siguiente, este lo superó ampliamente, pese a que su rival estaba en la plenitud de su fuerza.
Años después, el múltiple campeón mundial explicó cuál fue el arma secreta que utilizó para superar a un mago de los fuegos artificiales. “De Tal me sorprendió, en el primer match, su capacidad para calcular variantes y su modo de plantear la partida. No le interesaba la objetividad de la posición, sólo necesitaba espacio para sus piezas. Sin embargo, le iba bien, lo hacía mejor que yo, que me equivocaba”.
Y agrega: “Comprendí que en la revancha no podría competir con él si las piezas tenían movilidad, vida. Busqué entonces posiciones más cerradas, en las que Tal no podía alcanzar ventaja, pues no tenía suficiente comprensión posicional para el juego cerrado. Así pude ganar esa revancha por una gran diferencia”.
En 1963, el ruso perdió de nuevo la corona, ahora en forma definitiva, pues ya no quiso disputar el Torneo de Candidatos, frente al armenio Tigran Petrosián. A partir de 1970 fue alejándose del juego competitivo y se dedicó a desarrollar programas para ordenadores de ajedrez, así como a entrenar a los mejores prospectos soviéticos, entre ellos Anatoly Karpov, Gary Kasparov y Vladimir Kramnik, quienes llegaron a ser monarcas universales.
Botvinnik fue integrante de la selección de la URSS que ganó todas las Olimpíadas Mundiales entre 1954 y 1964 y dejó como legado para la posteridad sus mejores partidas comentadas por él mismo, con un estilo ameno y sumamente instructivo.
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