
Por todos es bien sabido que la gran mayoría de los ajedrecistas adolecen de una buena técnica en la fase final de la partida. Ello se debe no sólo a que la táctica constituye el 95% de la diversión, como dijo alguna vez el prolífico y ameno escritor Fred Reinfeld, y esta suele abundar más en el medio juego.
Pero los mejores entrenadores del mundo coinciden con Capablanca en que la enseñanza del ajedrez debería comenzar por el final, donde además hay más táctica de lo que los competidores creen.
Esta columna nace con el deseo de inculcar el gusto por los finales prácticos y ser, por tanto, un buen material de apoyo para los sacrificados instructores.
Con sólo los fallos de los campeones mundiales en el final se podría escribir todo un libro. Sin embargo, aspiramos, Dios mediante, a contribuir durante mucho tiempo al mejoramiento de los guerreros del tablero en esta fase.
Con eso en mente, extenderemos los ejemplos a los errores de cualquier Gran Maestro. Quizá nuestros lectores se motiven más a estudiar finales viendo que hasta sus más grandes ídolos se han equivocado ahí.