El maestro de las paradojas en el tablero

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Se cumplen 130 años del nacimiento de Ricardo Reti

El camino más corto hacia determinado punto no es necesariamente la línea recta. No sobre el tablero de ajedrez, donde la caprichosa geometría permite maniobras cuya exactitud a veces se reviste de jugadas paradójicas.

El mejor ejemplo de lo anterior lo dio un genio en el campo de la composición de finales, Ricardo Reti, nacido en Hungría, aunque él mismo se consideraba vienés, pero compitió por Checoeslovaquia.

Este 28 de mayo se celebra el 130 aniversario del natalicio de este hijo predilecto de Caissa que le cortó a Capablanca una racha de ocho años invicto y que a principios del siglo pasado se convirtió en un maestro de las paradojas en el universo de las 64 casillas.

Con un solo estudio dejó pasmada a la afición al demostrar que lo imposible se puede lograr si se combinan ataque y defensa. Ese célebre final artístico, que aún hoy causa asombro y lo seguirá haciendo cada vez que a algún jugador se lo ponen por primera vez, es por sí mismo un pasaporte a la inmortalidad, pero para Reti fue sólo el primero de una serie de creaciones con el mismo tema y que mucho contribuye a la teoría de los finales prácticos.

No deja de sorprender que pueda causar tanto impacto y dejar tantas enseñanzas una posición con tan sólo cuatro piezas: rey y peón por bando. En el mencionado diagrama, incluido en todo libro sobre finales y que se puede reproducir en internet, las blancas tienen su rey en h8 y su peón en c6, en tanto que las negras tienen su soberano en a6 y un peón en h5. El postulado es: las blancas juegan y empatan.

Un ligero vistazo a la situación permite apreciar que el peón de color es inalcanzable para el rey blanco, que tampoco puede proteger a su peón, a sólo dos pasos del monarca oscuro. Cualquier principiante y no pocos competidores experimentados dirán que alcanzar las tablas es una misión imposible. Pero Reti parece recurrir a la prestidigitación y en cada lance aplica una doble amenaza hasta que logra su objetivo.

Se acerca por detrás al peón negro (invadiendo a cada paso su cuadrado errante) y al mismo tiempo a su propio peón. Así consigue impedir la coronación de la pieza rival o bien promover también su trebejo. Genial sencillez. A nadie se le había ocurrido antes que a él.

Uno de los principales impulsores del hipermodernismo, dio su nombre a una apertura, la Reti (1.Cf3, d5; 2.c4), precisamente con la que doblegó en Nueva York 1924 al cubano Capablanca, entonces campeón mundial.

Gran escritor y pedagogo del juego ciencia, Reti dejó como legado el libro “Los grandes maestros del tablero”, uno de los más leídos hasta nuestros días, así como “Nuevas ideas en ajedrez”.

Una faceta no muy conocida de él es su habilidad como jugador a la ciega. En 1925, en Sao Paulo, Brasil, rompió un récord de Pillsbury al enfrentarse a 29 adversarios, sin ver piezas ni tablero, con un saldo de 20 victorias, siete empates y dos derrotas. Realmente impresionante, como toda su aportación al juego ciencia.

Dicen que el genial compositor de finales, quien nació en el seno de una acomodada familia judía, les tenía pavor a los autos, algo impensable hoy en día. A lo que nunca le temió fue a los sacrificios de piezas, incluso su artillería pesada.

En ese sentido, todo buen aficionado recuerda la inmortal combinación que le hizo con blancas a Tartakower en Viena 1910. Ahí, a pesar de que tenía caballo de menos, Reti entregó la dama para forzar un mate en el centro del tablero que muchos entrenadores muestran como ejemplo de la táctica.

Un grande entre los grandes este Ricardo Reti.