El genio, impulsor del ajedrez femenil
MÉRIDA, Yucatán, 18 de marzo._ Esto no consta en la película sobre su vida, pero se debió incluir. Fuera de Yucatán se sabe poco o casi nada sobre las últimas horas del gran maestro Carlos Torre Repetto, el genio en cuyo honor cada diciembre se juega en Mérida un torneo internacional.
Hace 42 años, en vísperas de su fallecimiento, Torre, entusiasta partidario del ajedrez femenil, se dedicó a recaudar fondos para que un grupo de jóvenes estudiantes pudiera asistir al Campeonato Nacional Abierto, que se celebró en la Ciudad de México (Salón Asturias).
La principal razón que movió al gran maestro a participar en esa colecta fue que entre la delegación yucateca iban a viajar, por primera vez, dos chicas, las primeras mujeres estudiantes de la Facultad de Ingeniería en la entidad.
Consciente de que su sola presencia era garantía de que se le daría a la chamacada los recursos solicitados para completar su hospedaje y alimentación, el GM se presentó con el grupo, entre otros lugares, en el Palacio de Gobierno, luego en el Palacio Municipal y por último con un amigo suyo y acaudalado ajedrecista de hueso colorado, don Vicente Solís Aznar.
Después de que tanto las autoridades estatales como municipales aportaran su contribución, el grupo, con el maestro al frente (traje de etiqueta y corbata que acusaban la pátina del tiempo), llegó al despacho jurídico de Solís Aznar, ubicado en la planta alta del edificio donde estaba el restaurante y cafetería “El Louvre”, hoy desaparecido.
Al aparecer su viejo amigo, don Carlos se adelantó y, tras cordial abrazo (cuando eso no había pandemia que restringiera los saludos afectuosos), le dijo: “Vicentito, fíjate que los muchachos, entre ellos dos jovencitas, quieren ir al Campeonato Nacional y están haciendo una colecta…”
Sin más preámbulo, Torre sacó de una bolsa de su raído pantalón un billete de veinte pesos y dijo: “Esta es mi parte”. No era lo que le sobraba, sino todo lo que tenía. Y como el ejemplo arrastra, los jóvenes consiguieron suficiente para participar en el evento. Al final no fueron dos sino tres las yucatecas que viajaron al Nacional Abierto, todas estudiantes de Ingeniería. Vale la pena citar sus nombres para la historia: Lízbeth King Park y las hermanas Gladys y Landy Brito Valle.
El recorrido descrito tuvo lugar la noche del 18 de marzo de 1978 y al día siguiente partió por la mañana el autobús con los jugadores para la cita que comenzaba el 20. Entre ellos estaban varios que antes o después se ciñeron la corona estatal de juego ciencia: Carlos Manzur Simón y Miguel Ángel Cab Canul (ambos ya fallecidos), Daniel Ángel Mena Briceño, Jorge Alberto Balam Díaz y José Enrique Alayola Montañez. Otros que fueron con ellos son Héctor Fernando Baqueiro Peraza y Raúl Cab Yah.
Torre murió el 19 de marzo, pocas horas después que la delegación inició el viaje. Cuando los jugadores yucatecos arribaron al salón de juego para inscribirse, los organizadores les dieron el pésame. Incrédulos, casi en coro, los peninsulares les respondieron que era una equivocación, que el maestro gozaba de cabal salud, como habían atestiguado horas antes en Mérida.
Con rostro compungido, uno de los que inscribían agregó: “Murió anoche, de un ataque al corazón”. Sólo entonces los jóvenes viajeros aceptaron la trágica realidad. Más de uno comentó que quizá sería bueno no jugar en señal de luto, pero otros recordaron los esfuerzos del maestro para que jugaran en el Nacional y subrayaron que eso es lo que él hubiera querido. Fue así como toda la delegación jugó dedicándole a Torre su actuación.
Mañana hablaremos de otras anécdotas de Torre desconocidas por la mayoría de los mexicanos.