Cuatro campeones mundiales en una selección olímpica
Era más que una aplanadora, más que un equipo de ensueño. Tanto que tres de sus integrantes eran ex campeones mundiales, muy temibles aún. Sin embargo, los encabezaban dos jugadores que no tenían tal jerarquía, aunque al año siguiente uno de ellos se ceñiría la corona.
Desde antes que se moviera el primer trebejo para realizar el simbólico lance inicial, todos sabían que en la Olimpíada de Ajedrez de 1974, que se celebró en Niza, Francia, la selección de la Unión Soviética era la segura campeona.
Tan elevado era el nivel de esa escuadra que el genio Mikhail Tal era el primer suplente, y en ese puesto obtuvo medalla de oro individual. Los otros ex monarcas eran Boris Spassky y Tigrán Petrosián, preseas áureas como defensores de los tableros tercero y cuarto.
En la mesa de honor aparecía la nueva estrella de la URSS, el joven Anatoly Kárpov, que cumplió con las mejores expectativas al llevarse el metal dorado con impresionante actuación: 12 puntos de 14 posibles, para un porcentaje de efectividad de 85.7%.
Si de por sí es muy meritorio ese promedio, espere a saber el que tuvo Petrosián con su estilo ultra sólido: un fantástico 89.3% gracias a sus 12.5 unidades en 14 apariciones. Y pensar que en estos tiempos hay cronistas que detestan ese estilo posicional a ultranza.
Sólo Víctor Korchnoi, en el segundo tablero, no ganó el oro para la URSS. Se lo arrebató un inspiradísimo austriaco, Andreas Dückstein, pero la Unión Soviética arrasó con la quinta y los mangos al escalar lo más alto del podio con una ventaja sin precedente de 8.5 puntos.

En esa memorable competencia, que se disputó del 6 al 30 de junio, no participó el entonces campeón mundial, el estadounidense Bobby Fischer, que un año después perdería por incomparecencia el cetro, que heredó Kárpov.
No había comenzado, al menos en apariencia, la famosa rivalidad entre este último y Korchnoi, quienes dos meses y medio después se batirían en un match que se dirimió por la mínima diferencia y terminó por ser, en los hechos, la serie por el campeonato universal.
Ni el contexto político que rodeó a Niza 1974 (con varios equipos que se negaron a jugar contra el seleccionado de Israel) le restó espectacularidad a ese soberbio papel de un equipo olímpico. Y es difícil que vuelva a verse algo parecido en adelante, tras la disolución de la URSS.
No obstante, del poderío de la escuela de ajedrez soviética dan fe los logros de Rusia, una de las federaciones que integraban a la Unión Soviética. Los rusos han llegado a presentar tres equipos en una sola Olimpíada. Y eso sin contar a las escuadras femeniles.