El fino humorismo de Savielly Tartakower
Aunque suene a redundancia, hay que subrayar que fue un jugador y combatiente. Son las dos palabras que definen más fielmente al gran maestro polaco Savielly Tartakower.
Nacido en Rusia hace 133 años, el 22 de febrero de 1887, vivió en tres países, participó en las dos Guerras Mundiales que ha sufrido nuestro planeta y se convirtió en un ajedrecista completo: jugador, escritor de libros y organizador de torneos, entre muchas otras cosas.
Tartakower vio la primera luz en Rostov del Don, en un hogar de origen judío y polaco. A los 12 años se fue con su familia a vivir al Imperio Austro-Húngaro y se estableció en Viena, donde estudió leyes y se interesó por el ajedrez.
En el ejército austro-húngaro fue conscripto durante la Primera Guerra Mundial y sirvió como oficial de staff desde diversas posiciones. Al terminar la conflagración viajó a Francia y fijó su residencia en París. Cuando Polonia recuperó su independencia en 1918, aceptó la ciudadanía de ese país, a pesar de que ni siquiera hablaba polaco, y fue embajador honorífico.
La Segunda Guerra Mundial lo encontró en Argentina, donde se realizaba en 1939 la VIII Olimpíada Mundial de Ajedrez. Savielly era el capitán de la escuadra polaca, que incluía a Miguel Najdorf, quien siempre se refería a Savielly como su maestro.
Después de un corto tiempo en Buenos Aires, retornó a Europa y llegó a Francia poco antes de que los nazis la invadieran en 1940. Entonces adoptó el apellido Cartier y se incorporó a las fuerzas del general Charles de Gaulle.
Al concluir la guerra y llegar el comunismo a Polonia, adoptó la nacionalidad de Francia, nación a la que representó en la Olimpíada de 1950. Ese mismo año la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) otorgó los primeros títulos de gran maestro y Tartakower estuvo entre los primeros en recibirlo.
“El juego de ajedrez hipermoderno”, “Mis mejores partidas de ajedrez” (1905-1954) y “Quinientos juegos magistrales de ajedrez”, este último en colaboración con J. Dumont, son algunos de los mejores libros escritos por el polaco-francés, quien murió a los 68 años de edad, el 4 de febrero de 1956.
Además de la cita en que defendió los colores de Francia, jugó otras seis Olimpíadas con la selección de Polonia. También fue uno de los principales organizadores de la Olimpíada de Varsovia 1935.
Aparte de la defensa Tartakower, al polaco se le atribuye la invención de la apertura Orangután (1.b4), aunque no se tiene la certeza de que él sea el autor. De lo que no cabe duda es de su ingenio en la formulación de frases célebres y llenas de sabiduría, como “El ganador de la partida es el jugador que comete el penúltimo error” y “Es siempre mejor sacrificar las piezas de tu oponente”.
Un fino humorismo también se refleja en varios de sus dichos. Entre ellos ellos se cuentan: “A veces en el ajedrez juegan más de cuatro caballos”, “Nunca he derrotado a un adversario sano”, “Cometo errores, luego existo”, “Sólo un jugador fuerte sabe cuán débil es su juego” o “Todos los jugadores de ajedrez deberían tener un pasatiempo”.
Otros postulados suyos son: “Un peón aislado dispersa tristeza por todo el tablero”, “Los desatinos están ahí en el tablero, listos para ser cometidos” y “Por tratar de evitar la pérdida de una pieza, muchos han perdido una partida”. Pero quizá la mejor frase de Tartakower sea una inmortal: “Táctica es saber qué hacer cuando hay algo que hacer; estrategia es saber qué hacer cuando no hay nada que hacer”.