Vasily Smyslov

Virtuosismo en los finales

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Smyslov, el heredero de Capablanca

Sólo fue campeón del mundo durante un año, pero su legado pedagógico es más trascendental de lo que muchos suponen.

El ruso Vasily Smyslov, séptimo monarca universal, fue un virtuoso de los finales. Decenas de sus partidas las remató de un modo tan bello e instructivo que son por sí mismas invaluables cátedras en las postrimerías de las partidas.

Entre sus libros más trascendentales están precisamente dos relativos a esa fase del juego: “Teoría de los finales de torres”, que durante décadas ha sido un manual de cabecera de entrenadores y jugadores, y “El virtuoso de los finales”. Otra obra muy apreciada es “125 Partidas selectas”, en las que comenta sus mejores batallas contra la élite ajedrecística.

Aunque su tratamiento de los finales fue proverbial, también en la fase inicial de las batallas tuvo una gran aportación. Medio mundo conoce la variante Smyslov en el Gambito de Dama Aceptado y en las defensas Grunfeld y Caro Kann.

Nació en Moscú en un día como hoy, 24 de marzo de 1921, y murió a los 89 años, en la misma ciudad, el 27 de marzo de 2010. Vasily Vasilievich Smyslov destronó en 1957 a su compatriota Mikhail Botvinnik, a quien en esa época se consideraba invencible en un match, y lo hizo en forma clara: seis victorias, tres derrotas y 13 empates.  

El juego ciencia ganó para su causa un genio a raíz de un “fracaso” infantil del moscovita, quien quedó segundo en un concurso para ingresar como barítono en el afamado ballet Bolshoi. Ese resultado fue el parteaguas que hizo que se decidiera por abrazar el juego ciencia como profesión.

Sin embargo, más de una vez afirmó que su existencia era mitad ajedrez y mitad canto. En ocasiones durante el transcurso de algún fuerte torneo ofrecía recitales. Incluso llegó a acompañarlo al piano otro gran maestro soviético, Mark Taimanov. Un dueto de artistas que bien pudo destacar mucho en el mundo del espectáculo, pero para la buena suerte de la milenaria disciplina se volvieron profesionales de la palestra cuadriculada.

Uno de los primeros libros que tuvo en sus manos fue el de las partidas de Capablanca, cuyo estilo armonioso de juego lo encandiló desde el principio. Como el genial cubano, Vasily siempre buscaba la armonía de las piezas y, por tanto, su juego fue profundamente posicional. No es de extrañar que con frecuencia compararan su estilo con el del isleño, sobre todo por la magistral sencillez con que imponía su ventaja en los finales.

Gran maestro a los 20 años de edad, el moscovita se coronó en el Campeonato de Moscú de 1942 y 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, y en este último calendario fue subcampeón de la URSS. Cuatro años después quedó segundo en el famoso pentagonal de La Haya-Moscú 1948, convocado para encontrar al sucesor del fallecido Alexander Alekhine. El triunfador fue Botvinnik.

Tras ganar el Torneo de Candidatos de Zurich 1953, con dos puntos de ventaja sobre sus más cercanos perseguidores (Bronstein, Reshevsky y Keres), Vasily de nuevo aspiró al cetro planetario, pero sólo pudo empatar con Botvinnik la larga serie de 24 encuentros, por lo que este retuvo su título.

En 1956 volvió a imponerse en el ciclo de Candidatos, en Amsterdam, por lo que una vez más retó al Patriarca del Ajedrez Soviético, a quien, como dijimos al principio, doblegó esa vez para convertirse en el séptimo rey. No obstante, un año después Mikhail ejerció su derecho a la revancha y recuperó la corona.

Integrante de la Selección de la URSS en varias ediciones de la Olimpíada Mundial, se coronó en varios torneos de relumbrón, como el de Amsterdam 1964, La Habana 1965 y Montecarlo 1969, entre otros. El juego posicional, como el suyo, parece facilitar la longevidad ajedrecística de alto nivel, como demostró en el Interzonal de las Palmas 1982, en el que con 61 calendarios a cuestas, conquistó el subcampeonato.

Eso le dio el derecho de disputar los matches de Candidatos, en los que dejó en el camino a dos rivales 30 años menores que él: el alemán Robert Hubner y el húngaro Zoltan Ribli. Sólo el joven Kasparov pudo detenerlo en su nueva lucha por el derecho a pelear por el trono mundial.

El canto del cisne del barítono tuvo lugar en 1991, cuando a sus 70 primaveras se consagró como el primer campeón mundial senior.

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